jueves, 18 de marzo de 2010

Carta a la Embajadora del Perú en Argentina

El pasado Martes 16 de Marzo a las 10 de la mañana, nos reunimos en la Embajada del Perú en Argentina con el Ministro Mario López Chavarri para entregarle una carta en la que detallamos las graves falencias de organización que padecimos en el Camino del Inca y que fueron causa de la tragedia que vivimos.

El Ministro se comprometió a llevar a cabo las gestiones necesarias para transmitir nuestro mensaje a las autoridades gubernamentales correspondientes con capacidad de decisión respecto del Camino del Inca e informarnos sobre su progreso.

El texto completo de la carta presentada puede descargarse del siguiente link:

Carta a la Embajadora del Perú en Argentina

En esta explicamos la forma en que fuimos gravemente afectados entre el 23 y el 29 de Enero de 2010 por cada uno de los siguientes hechos:

1. No hay paramédicos ni estaciones médicas operativas a lo largo del Camino del Inca.

La médica interviniente en el momento del desprendimiento era una turista que, al igual que nosotros, se encontraba transitando el Camino. Su accionar resultó absolutamente indispensable al momento de tratar a los heridos e intentar salvar la vida de Lucía Ramallo Sarlo.

Luego del siniestro, la falta de una camilla y de personal debidamente capacitado para intervenir impidió nuestra partida inmediata de Wiñay Wayna ya que uno de los heridos de mayor gravedad, Romina Lis Campo, no podía ser trasladada sino en camilla. De haber sido urgente su traslado, la demora que tuvo que soportar habría sido probablemente fatal.

2. Las agencias de turismo que operan el Camino del Inca no están lo suficientemente preparadas para dar la cobertura que exige la explotación turística del mismo.

Los guías presentes el día del accidente no estaban capacitados para utilizar el equipo de oxígeno ni para proporcionar primeros auxilios. Además de esto verificamos que no estaban preparados en general para lidiar con situaciones de emergencia ni interactuar correctamente con sus pasajeros.

3. El punto de acampe de Wiñay Wayna es una zona de alto riesgo que no está en condiciones de ser habilitado como tal.

La forma en que están dispuestas las distintas parcelas de acampe obligan a la colocación de carpas al borde de una empinada ladera de montaña. Los hechos acaecidos han dejado al descubierto el alto riesgo que presenta el establecimiento de campamentos en esta zona bajo factores climáticos desfavorables.

Dicho punto de acampe no debería estar habilitado para ser utilizado como tal o, en caso de ser imprescindible, deberían llevarse a cabo las obras de infraestructura necesarias en las laderas circundantes para evitar o contener su posible derrumbe.

4. No existe un procedimiento o código de conductas en caso de emergencia o, en caso de haberlo, no fue debidamente aplicado.

La noche del desprendimiento, cuando fue necesario que todos los grupos de pasajeros fueran trasladados al comedor del lugar para su seguridad, se solicitó al encargado del establecimiento que habilitara una pequeña sección cerrada dentro del salón principal para que Romina pudiera estar mínimamente resguardada de la multitud de gente que se agolpaba para entrar en el lugar. Aún habiéndosele explicado la gravedad de la situación y la naturaleza del siniestro, dicho encargado se negó terminantemente a lo solicitado aduciendo que estaba durmiendo y no deseaba ser molestado.

Por si fuera poco, habiendo quedado en evidencia el riesgo de la situación y la consecuente necesidad de refugiar a todos los pasajeros dentro de la única infraestructura segura que había en el lugar, algunos grupos de turistas no fueron informados del suceso y se les permitió que continuaran durmiendo en sus carpas hasta las 5 de la mañana. Dicho acto demuestra la imprudencia, desidia, improvisación y descuido de los organizadores turísticos.

5. En la casi totalidad de los cuatro días que permanecimos en el Santuario, ninguna autoridad gubernamental se hizo responsable de nuestra situación. Tampoco fuimos fehacientemente informados por autoridad competente alguna respecto al procedimiento de evacuación.

Durante nuestra permanencia en el Sanctuary Logde Hotel no recibimos instrucciones ni tan siquiera algún tipo de información proveniente de autoridades oficiales hasta el último día, cuando el Coronel a cargo del procedimiento de evacuación subió al Santuario para interiorizarse sobre nuestra situación e indicarnos que debíamos bajar a Aguas Calientes. La cada día renovada decisión de quedarnos en el Santuario fue tomada por el grupo de turistas en base a informaciones dudosas, divergentes y muchas veces contradictorias provenientes de pasajeros, guías y otras personas que iban o venían de Aguas Calientes.

6. El personal del Camino del Inca no informó con diligencia las condiciones y el estado del camino, así como tampoco de la evolución de la situación climática.

En el primer control, al momento de acceder al Camino (23/01), no se nos informó de las anormales condiciones climáticas que imperaban y que podían tornar riesgoso el tránsito, a pesar de que ya se podía observar un río anormalmente crecido que sorprendió incluso a los mismos guías.

El segundo día (24/01), los derrumbes acaecidos en la zona y en otras partes del país junto con el desborde de los ríos y la suspensión de las vías férreas, tornaron evidente que no existía un retorno viable desde el Santuario.

Recién en el tercer día (25/01) de nuestra entrada, cuando ya era oficial la declaración de la región como zona de desastre, el personal de un puesto de control habría hablado de la situación con los guías. De haber informado a los guías inmediatamente y con anterioridad a nuestra partida del campamento el 25 de Enero, podría y debería haberse suspendido la excursión mientras era viable retornar al punto de partida. Finalmente, la información recién llegó a nosotros, y al resto de los pasajeros, a última hora de la noche del tercer día.



lunes, 15 de marzo de 2010

Crónica de los hechos

Camino truncado


Como tantos otros, nuestro grupo emprendió la afamada excursión de 4 días en el Camino del Inca, rumbo a las ruinas de Machu Picchu, el pasado el 23 de enero. Contrariamente a lo que esperábamos, fuimos testigos de una catástrofe climática sobrellevada en forma negligente, y de una tragedia –evitable- que dejó como víctima a Lucía Ramallo Sarlo, una estudiante argentina de 23 años que murió como consecuencia de un desprendimiento de montaña en el campamento de Wiñay Wayna, parada obligatoria de la excursión.

A los lluviosos y difíciles dos días iniciales siguió una jornada sencilla y despejada: en óptimas condiciones, creímos estar a pasos del máximo santuario indígena peruano.

Sin embargo, esa tarde nos percatamos de algo inusual. “¿Por qué hay helicópteros, Juan Carlos?”, le pregunté a uno de mis guías. “No es nada, debe ser para algún turista”, me contestó, con una tranquilidad basada en la ignorancia o, peor, en la desidia.

Esa noche, después de cenar y con la música a fondo para festejar las últimas horas allí, los guías nos informaron del estado de emergencia “por peligro de derrumbe en el pueblo de Aguas Calientes”. La consigna: ir a dormir, levantarse muy temprano y llegar a las ruinas lo antes posible. En un deseo de igual intensidad, si antes moríamos por ver las ruinas, luego no veíamos la hora de escapar de ahí.

Conciliar el sueño no fue tarea fácil. Algunos nerviosos, otros no tanto, nos despedimos con un optimista “hasta mañana”. Debíamos levantarnos a las 4 para caminar el último tramo.

Pero a las 2.30 ocurrió el derrumbe: la carpa de Lucía y su amiga Romina Lis Campo quedó sepultada. Una vez que la liberaron de las piedras, el intento por salvar la vida de Lucía quedó en manos de una médica turista que se encontraba en el campamento, dado que ningún guía tenía conocimientos de primeros auxilios, ni mucho menos, equipo médico básico. Sólo contaban con un tubo de oxígeno que no sabían utilizar.

Herida con un corte en la cabeza, Romina y los demás chicos que habían sufrido lastimaduras fueron atendidos por la médica y ayudados por tres estudiantes de medicina de nuestro grupo que contaban con un botiquín propio.

Hasta las 9 de la mañana no pudimos salir del campamento de Wiñay Wayna: a más de seis horas de la tragedia, llegó finalmente la camilla que trasladaría a Romina, y personal extra que se ocuparía de cargar las mochilas de los heridos.

En un disciplinado y perturbador silencio, caminamos el último tramo. Cada vez que alguien se atrasaba, ya paranoicos, parábamos a esperarlo. Más tarde nos enteramos de que horas antes y en ese mismo trayecto había muerto también el guía Washington Huaraya Cuasihuamán.

Llegar a las ruinas de Machu Picchu no fue novedad. Estábamos pendientes de que un médico atendiera a Romina, lo que ocurrió al menos diez horas después del derrumbe. Que el médico y la enfermera que le cosieron la herida en el centro de salud de Machu Picchu le hayan cobrado los honorarios por esa atención es sólo una parte del trato inconcebible que Romina padeció hasta llegar a Buenos Aires.

A la atención sin suero ni anestesia que se realizó en el centro de salud siguió una escena igualmente humillante: en el camino hacia Aguas Calientes, los turistas se tiraban encima de la camilla para sacarse fotos con Romina, como si fuera otra atracción del paisaje.

Romina fue trasladada en helicóptero a la ciudad de Ollantaytambo. Aunque supuestamente se trataba de una unidad para personas con prioridad de evacuación, Romina viajó con otros 16 pasajeros extranjeros, ninguno de ellos herido -sin embargo, previamente, compañeras del grupo se habían ofrecido a acompañarla, pero por no tener prioridad, no les fue permitido-. Una vez en tierra, sin compañía, solicitó asistencia médica por su cuenta: contrató una ambulancia para que la llevara a una clínica privada en Cusco, se internó y pagó los estudios y prácticas que se le realizaron.

Al momento de su internación, finalmente recibió la compañía de familiares y la visita de Lucas de María, funcionario del consulado argentino, quien gestionó su traslado a Lima y, por fin, a Buenos Aires; todos gastos quedaron a cargo de la Embajada. De las autoridades peruanas no hubo noticias en ninguno de los momentos que componen este relato.

El destino del resto del grupo no fue mucho mejor: desde el 26 hasta el 29 de enero, debimos refugiarnos en el complejo del hotel Machu Picchu Sanctuary Logde. Durante ese tiempo, más de 200 turistas tuvimos que organizarnos por nuestra cuenta, sin que ninguna autoridad nos informara del proceso de evacuación a seguir. Basándonos en rumores e información a veces contradictoria, nombramos un representante por grupo para decidir nuestra suerte.

Excepto el gerente del hotel, Gustavo de León, y su personal -quienes nos alimentaron y alojaron esos cuatro días sin costo alguno-, nadie se hizo cargo de nuestra situación.

Sólo a último momento, el Coronel encargado de la evacuación subió al refugio y nos indicó que bajáramos a Aguas Calientes. Luego nos trasladarían a Cusco y, por último, a Buenos Aires.

Fuera de nuestra condición de varados no podemos evitar preguntarnos por qué nadie nos avisó a tiempo del estado de emergencia climática, por qué no hay paramédicos a lo largo del Camino del Inca, por qué los guías no conocen de primeros auxilios, por qué la zonas de acampe no poseen infraestructura adecuada para contener posibles derrumbes, por qué fuimos librados a nuestra suerte durante cuatro días en Machu Picchu, sin que ninguna autoridad competente nos indicara cómo proceder con la evacuación.

A nuestro pesar y todavía sin responsables por la tragedia, el Camino del Inca, increíblemente, reabre sus puertas al público el próximo 1 de abril. Las empresas, incluida la nuestra, INFOCUSCO, ya están cobrando señas: no pierda tiempo, reserve ahora su excursión.



domingo, 14 de marzo de 2010

¿Por qué este blog?

A fines del año pasado, al igual que muchos otros hicieron antes y después que nosotros, decidimos que para las vacaciones de Enero de 2010 sería Machu Picchu el lugar que merecería nuestra visita.

Nunca nos imaginamos lo temeraria que podía ser esta decisión.

Desde que entramos al Camino del Inca el 23 de enero, nuestro grupo, compuesto por 19 personas que contrataron el paquete turístico de 4 días que lleva a Machu Picchu, vivió una serie de acontecimientos que muestran el lado oscuro de elegir visitar a esta maravilla del mundo.

Estos acontecimientos terminaron con una persona fallecida, otras heridas, y pusieron nuestra integridad física y psicológica (por no decir nuestra vida) en riesgo.

Nuestro objetivo con este blog es contar lo que nos pasó y revelar las graves falencias de organización que quedaron al descubierto para nosotros pero que sin embargo desconocen quienes están reservando en este momento su lugar en el Camino del Inca. Quienes vayan a elegir este destino turístico para sus vacaciones, deben informarse y ser conscientes del grado de riesgo que implica dicha elección.

Tal vez así podamos lograr que quienes son responsables de la gestión y usufructo turístico de este destino tomen la responsabilidad que les compete en rectificar estas serias falencias. Eso esperamos.